
Por el contrario, atributos como la explicabilidad y la interpretabilidad (49%), así como la validez y la fiabilidad (53%), generan menor inquietud. Esto sugiere que, en términos generales, la población confía en que la tecnología funcione como se espera, pero duda de cómo se utiliza y se comporta.
Para el CIO, esto implica un cambio de enfoque: de métricas puramente funcionales a resultados éticos. Unos pocos puntos porcentuales adicionales de precisión no generan confianza. En el ámbito de la privacidad, la preocupación es especialmente profunda entre los usuarios finales (69%), frente a los proveedores (53%). Esta diferencia exige explicar de forma clara y concreta cómo se protege la privacidad, no sólo en términos generales, sino específicamente en el contexto de las tecnologías de IA.
2. Centrarse en el déficit de confianza en los escenarios públicos
La confianza en la IA no se distribuye de manera uniforme. El índice revela que las mayores preocupaciones se concentran en los escenarios mediáticos (339) y personales (309). En cambio, la preocupación es menor —y, por tanto, la confianza mayor— en los entornos gubernamentales (291) y laborales (289).

